¿Alguna vez te has puesto tus jeans favoritos y, de un día para otro, ya no te entran? ¿O te subes a la báscula y sientes que se te va el alma cuando te das cuenta de que el desgraciado aparato marca 5 kilos de más?
Creo que pocas cosas hay tan molestas y frustrantes en la vida como es el no saber en qué momento fue que empezaste a engordar, y molesta no saberlo porque inocentemente creemos que, si nos hubiéramos dado cuenta, lo habríamos podido detener, habríamos podido cosernos la boca, engraparnos el estómago, huir a una isla donde no hubiera nada de comer más que cocos, pero te tengo una noticia: no es así, no habríamos podido detener nada, ni medio gramo de lo que nuestros cuerpos estaban planeando subir, A MENOS que hubiéramos elegido tomar consciencia de lo que estábamos sintiendo, pensando y viviendo días, semanas o incluso meses antes de que empezáramos a comer como si se fuera a acabar el mundo.
Me explico: Cuando comes, comes sólo por 2 razones, por hambre o por lo que tú confundes con hambre y que en realidad es una necesidad emocional no cubierta, es decir, una emoción que no te estás permitiendo sentir y liberar. Después de algún tiempo de estar reprimiendo una emoción, tu cuerpo manda ciertas señales a tu cerebro que le dicen que es imperativo comer, comer rápido, comer compulsivamente o comer cierto tipo de alimentos (chocolate, papas, pan dulce, etc.) con el fin de producir en tu cuerpo las mismas sustancias y reacciones químicas que produciría el hecho de permitirte sentir eso que estás reprimiendo.
Te pongo un ejemplo: El chocolate contiene una sustancia química llamada feniletilamina, un compuesto que libera las mismas endorfinas que el sexo, lo cual produce placer en el cerebro. Cuando no te permites disfrutar de la sexualidad y sensualidad por cualquier razón, o cuando has estado mucho tiempo soltera y sientes el deseo de volver a enamorarte pero no tomas consciencia de las formas en que estás reprimiendo tu libido, tu cerebro empezará a registrar la necesidad de producir más endorfinas. Cuando esto sucede, tan pronto te cruzas con el más pequeño y delicioso trozo de chocolate, sientes la imperiosa necesidad de comértelo entero, con tal ansiedad y deseo como si se tratara del amante más maravilloso del mundo pues, para tu cerebro, eso es exactamente lo que estás haciendo: dándote con el chocolate todo el placer y el éxtasis que no te estás permitiendo recibir de tu sexualidad y tu sensualidad, y así, el chocolate se convierte en tu amante secreto, en ese “pecado” que no puedes dejar de cometer y que tan sólo con pensarlo, tu cuerpo entero vibra de emoción y anticipación por el placer que te viene a dar.
Igual que el chocolate, todos y cada uno de los alimentos, sabores y texturas que ingerimos producen una reacción bioquímica en tu cuerpo y en tu cerebro, cada una similar a las reacciones bioquímicas que producen ciertas emociones y pensamientos. Esto quiere decir que cada vez que sientes una necesidad o antojo extremo de algún alimento en particular, es porque en realidad tu cuerpo está necesitando experimentar la reacción bioquímica que ese alimento representa a nivel emocional.
Si estás pasando por una depresión o un momento en el que te hace falta dulzura y contención, tu cuerpo necesitará producir más serotonina, que es un neurotransmisor encargado de regular el sueño, el buen humor, controlar la agresividad y el estrés. El azúcar y los alimentos dulces producen serotonina, lo que causa una sensación de relajación o apapacho al consumirlos. La primera vez que te sientes triste y encuentras que te sientes mejor al comer azúcar, tu cerebro forma algo que se llaman caminos neuronales que le dicen a tu biología que cada vez que haya tristeza, soledad o depresión Y NO TE PERMITAS SENTIR Y LIBERAR ESAS EMOCIONES, habrá que correr a comer algo dulce, algo que le permita a tu cerebro creer que estás recibiendo el apapacho que no te estás dando en la vida real.
Con esta explicación quiero que entiendas lo siguiente: Engordar nunca se trata de lo que comes, sino DE LO QUE NO QUIERES SENTIR.
Esto nos lleva a contestar la pregunta que le da título a este blog:
¿Cuándo fue que empezaste a engordar?
En el momento en que surgió una emoción que te pareció tan intensa, tan poco controlable o por el contrario, que tomaste tan a la ligera, que elegiste reprimirla, negarla o guardarla en lo más profundo de tu subconsciente. Y ¿a dónde se va toda la información (la energía y las emociones) que guarda tu subconsciente? A tu cerebro, quien a su vez la manda a tu cuerpo en forma de impulsos, sensaciones y reacciones que le permitan una de estas dos opciones:
1) Liberar esa información (llorando, riendo, gritando, hablando);
2) Encapsularla o guardarla hasta que pueda ser liberada (es decir, hasta que te des permiso de sentir), y las emociones se encapsulan en el cuerpo en forma de 2 síntomas físicos, uno de ellos la enfermedad (dolor, molestia, incomodidad), y el otro, la grasa, es decir, el sobrepeso.
La grasa es la forma en que el cuerpo se protege a sí mismo del exterior, cuando tienes exceso de grasa es porque tienes un exceso de miedo, miedo a sentir. En consecuencia, el sobrepeso no es otra cosa que una serie de emociones y memorias encapsuladas en tu cuerpo esperando a que las veas (razón por la que te cuerpo se hace “grande”), las sientas (razón por la que el sobrepeso te molesta e incomoda) y las liberes (razón por la que te sientes frustrada, deprimida o enojada).
Empezaste a engordar en ese momento en que sentiste que lo que estabas viviendo era demasiado intenso para digerir, en ese momento en que te sentiste desbordada por lo que estaba sucediendo a tu alrededor, en ese momento en que creíste que la mejor forma de sobrellevar tu situación era no sentir lo que estabas sintiendo, y todo eso que reprimiste o negaste, tu cuerpo lo fue guardando en forma de grasa a fin de protegerse del peligro de sentir, y lo seguirá guardando hasta que reciba una orden que diga: “ya no hay peligro, ya podemos liberar estas emociones”.
En el siguiente blog llamado "Sentir para adelgazar”, te explicaré los pasos para salir del miedo a sentir y poder liberar todo eso que está encapsulado en tu cuerpo, pero por ahora, te invito a que hagas un pequeño ejercicio que te ayudará a tomar consciencia de la relación entre lo que comes y lo que sientes (o no quieres sentir):
Escribe o piensa en las 5 cosas que más te gusta comer o lo que más se te antoja durante el día, y una vez que las tengas claras, contesta las siguientes preguntas:
¿Qué es lo que normalmente está pasando en tu vida cuando eliges comer esas cosas?
¿Qué estás haciendo o dejando de hacer cuando aparece el antojo?
¿Qué estás sintiendo o negándote a sentir antes, durante y después de comerte tus antojos? Trata de identificar la mayor cantidad de emociones y sensaciones posibles (ansiedad, frustración, aburrimiento, soledad, necesidad de apapacho, necesidad de hablar, miedo al futuro, etc.)
Contestar estas preguntas con total honestidad te dará una inmensa claridad sobre aquello que no te estás permitiendo sentir y reconocerlo es el primer paso para retomar el control de tu cuerpo y de tu vida. La pregunta ahora ya no es ¿cuándo empezaste a engordar? sino ¿de cuánto peso te puedes liberar ahora que te estás permitiendo sentir?
Si tienes problemas de peso y quieres cambiar radicalmente tu forma de percibirte, percibir tu cuerpo y tu vida, adquiere mi nuevo ebook: “El peso y las emociones”.