De verdad, de verdad me molesta que me hagan esta pregunta y peor aún cuando tengo que escribir un blog completo sobre mí, pero como siempre predico que “lo que resistes, persiste”, pues vamos a darle.
Perla Salas es esta persona que jamás se presentará o se definirá a sí misma en función de sus títulos y diplomas, pero que está pensando en transcribirlos aquí para llenar el requisito de 1,200 palabras por blog, en lugar de hablar de sus verdaderas emociones y vivencias.
Toda Perla fue antes un grano de arena. Esa soy yo, el grano de arena que utilizó el dolor (propio y ajeno) como inspiración para convertirse en una mejor versión de sí misma.
Cuando era un grano de arena, vivía encerrada en mi ostra, una oficina muy linda, en un despacho juridico muy importante y me divertía tanto como un grano de arena se puede divertir (saliendo a bailar todos los fines de semana, viviendo la vida loca momento a momento y siendo la mejor versión de mi que conocía hasta ese momento). Pero llegó el día en que al grano le empezó a quedar chica la ostra y a la ostra le quedaba grande y le molestaba el grano, así que el pequeño grano se volteó a ver a sí mismo y pensó “¿esto es todo lo que soy? ¿esto es lo mejor que puedo ser?”.
Verás, yo no nací para ser un grano de arena eternamente, yo sentía desde muy pequeña (porque así me enseñó mi mamá), que yo había nacido para algo más, algo grande, algo hermoso, algo valioso, algo que quería salir al mundo, ser visto y ser considerado como algo que contribuía a la felicidad de las personas.
En esa etapa de mi vida cuando mi ostra, cuando mi vida familiar, laboral, social y personal empezaron a quedarme chiquitas, empecé a sentir que el dolor me cubría, es más, empecé a sentir que yo estaba causándole dolor y molestia a mi ostra siendo tal como estaba eligiendo ser (un simple grano de arena), y ese dolor me cubría completamente. Me cubría con tal intensidad, que busqué y busqué respuestas, busqué herramientas, técnicas, libros, videos, cursos, lo que fuera necesario para ayudar a que mi ostra no sintiera molestia o dolor, lo que fuera necesario para que mi ostra me aceptara, lo que fuera para que pudiera convertirme en algo más que un simple grano de arena capturado dentro de una ostra en el fondo del mar.
Dentro de todo lo que busqué, no encontré nada que le diera alivio permanente al dolor de mi ostra o al mío; nada, excepto un maravilloso ser humano, mi Salvador, y una voz potente que me decía “escúchame”, “escucha al amor en ti”…y entonces empecé a escuchar y lo que escuchaba calmaba un poco el dolor dentro y fuera, pero no lo detenía; el dolor seguía cubriéndome con capas y capas hasta que un día, de tanto dolor, de tanto luchar por salir de la ostra, por cambiarla, por cambiarme y por resistirme a ser lo que era, me rendí. Y en esa rendición ante la voz del mar que me envolvía, entendí que las capas de dolor que me cubrían eran mi historia, que el nácar contra el que estaba luchando era lo que me hacía hermosa, que todo lo que había encontrado y usado para luchar contra el dolor no eran armas para luchar contra nada, eran pistas para convertir mi dolor en mi aprendizaje.
Detrás de todo ese aprendizaje, debajo de todas esas capas y barreras, estaba yo, el grano de arena, listo para permitirme por fin ser lo que era: una joya. Pero las perlas no se consideran algo útil o valioso hasta que son sacadas de su concha…así que la perla, con ayuda de su Salvador, abrió la ostra, con amor pero decidida a salir de ahí, y saltó directo al mar y en el mar, siguiendo la voz que le pedía que “escuchara al amor”, publicó un libro, creó un Encuentro Sagrado con miles de granos de arena y perlas potenciales, se fue a habitar una nueva ostra donde tuvo un par de granitos de arena y vivió felizmente siendo una perla escondida detrás de todo lo que sólo ella podía ver (la alegría y la comodidad de ser lo que era, a medias, en su nueva ostra, con sus granitos de arena, jugando a la casita de la perlita).
Y luego llegó el día…el día en que la nueva ostra también empezó a incomodarse con la presencia de la perla. En esa nueva ostra, la perla fue cubierta de nuevo con capas de dolor pintadas de nácar. Esta vez, la perla sabía que podía salir corriendo de la ostra en cualquier momento, pero no quería, sabía que tenía que haber otro camino, sabía que si llamaba a la voz del mar, éste le diría qué hacer.
Pero los años pasaron y no había respuesta y, de nuevo, de tanto esperar, de tanto querer salir corriendo y no querer, de tanto querer cambiarse y no cambiar, la perla se volvió a rendir, pero esta vez no se rindió ante el mundo o ante el mar, esta vez se rindió ante ella misma. La perla se entregó completamente a reconocerse como la joya que realmente era, se vio a sí misma y se admiró y se sorprendió de todo lo que llevaba dentro, de la fortaleza que un pequeño grano de arena tiene que tener para cargar con tanto nácar encima. En ese verse y permitirse ser lo que era, la voz regresó y le dijo que era momento de salir de la ostra sin abandonarla, que era momento de convertirse en joya y de empezar a ser la gran contribución que podía ser para el mundo.
Así que la perla, llena de dudas y llena de valor, fue a una entrevista de radio por internet y, por primera vez, permitió que el mundo la viera, por primera vez se permitió brillar y por primera vez, se permitió tener un Encuentro Sagrado con todo lo que había vivido y creado y vio que era bueno…y al séptimo día volvió a mirarse en el espejo, volvió a contemplar su creación y pensó: “quiero más”.
Desde entonces, el pequeño grano de arena ya no lucha contra el hecho de ser pequeño, ni de ser grano, ni de ser arena, porque entiende que una ostra que no es lastimada por un grano de arena, jamás podrá producir una perla y que una perla es, por tanto, una herida sanada, una cicatriz cerrada que se porta con orgullo porque, finalmente, las perlas hacen juego con todo.
Así, el mundo es hoy mi ostra, mi dolor es mi regalo, mi Salvador es mi marido y la voz que me guía es Dios dentro de mi, recordándome que esta Perla nació para ser del mundo un lugar mejor y para enseñarles a mis pequeños granos de arena como convertirse en las joyas invaluables y maravillosas que realmente son.
Esta soy yo, esta es mi historia, la cual deja de definirme en este momento en que elijo usarla a mi favor.
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